La Asamblea General de la ONU, a través de la resolución 54/134, de 17 de diciembre de 1999, declaró el día 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer e invitó a gobiernos, organizaciones internacionales y no gubernamentales para que organizasen actividades dirigidas a sensibilizar a la opinión pública respecto del problema de la violencia contra la mujer. El motivo de elegir esta fecha es por el recuerdo del brutal asesinato de las tres hermanas Mirabal en la República Dominicana, en 1960, por su condición de activistas políticas, por orden del gobernante Rafael Trujillo.
El día 25 comenzó un período de acciones que se prolongará hasta el 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, en el que se convocarán actos destinados a la eliminación de la violencia contra la mujer. No podemos permitir ni una sola muerte más por este tema. Pero la solución pasa por una labor preventiva en la educación. La labor de una buena acción educativa dirigida a la prevención de la violencia contra la mujer debe basarse en la igualdad y la tolerancia, nunca en la sumisión, el acatamiento y la creencia de que el varón debe llevar el papel predominante en una relación de pareja. Porque donde realmente se comienza a construir una sociedad cuyos cimientos hundan sus raíces en la igualdad es en la educación. No vamos a lograr vivir en una nación igualitaria hasta que consigamos ver que la más mínima agresión física o verbal es un acto deplorable. Un país en el que se enseñe que el respeto mutuo debe constituir la cimentación de las relaciones entre hombres y mujeres.
Todo esto parece fácil, pero hay que recordar que la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea publicó en 2014 un estudio en el que había un dato que asustaba: “62 millones de europeas han sufrido violencia machista de uno u otro tipo”.
También hay que tener presente que tan dañino es el maltrato físico como el psicológico, ya que emitir una palabra o varias frases que llevan una gran carga de agresión psíquica es como golpear a alguien y lo difícil es detectarlo. Un ejemplo, según nos cuenta Sheyla Mosquera, es el de María, empresaria de 44 años que es maltratada psicológicamente por su esposo Juan, de 46. Él la corrige en toda conversación o evento, público o privado, al que asisten. Se pone el dedo índice en la sien y le remarca el término ¡piensa!, con el fin de hacerla quedar mal.
Pero hay otro factor a salvar en las personas que han sufrido en mayor o menor grado maltratos físicos o psicológicos, es la dependencia emocional. Algunas de sus características son: caer fácilmente en los chantajes emocionales, no soportaría que por su culpa alguien se hiciera daño, sacrificando su felicidad para dársela a otros; se siente con la obligación de contentar a los demás y si no lo hace se siente culpable; evitan a toda costa llevar la contraria para evitar enfrentamientos, le invade el temor a molestar o a ser rechazado; dependen en exceso de los demás para estar bien o mal, etc.
Belén Besga, fotógrafa y víctima de maltrato psicológico dice que no hay que dejarse engañar con promesas de cambio y que su expareja comentaba lo que todos: "Repetía lo típico, que te pide perdón, se ponía a llorar, prometía que va a cambiar, pero llega un momento que tienes que cortar y no engañarte más. Las personas no cambiamos, o vamos a mejor o a peor, pero nuestra naturaleza no cambia”
Este es mi granito de arena, quizás insignificante, pero muchos juntos hacen una duna.
Para terminar encontré en la red este poema de María Paz Cerrejón que es un canto de esperanza:
NO CABEN MÁS ESPERAS
No caben más esperas,
más treguas al destino;
hoy decido poner final a nuestra historia
y volver a empezar yo sola mi camino.
Devuélveme la luz que te llevaste,
la vida y la esperanza que he perdido,
y quédate tú entero y para siempre
el cielo que me habías prometido.
Devuélveme mi voz y mis anhelos,
la voluntad que tuve secuestrada,
las horas que te he dado de mis noches,
el sol que le has robado a mis mañanas.
No caben más esperas, más engaños;
que ya tengo la espera desgastada.
Hoy pongo un rumbo nuevo a mi odisea
y doy por terminada esta batalla.
Atrás queda el silencio y la carcoma,
el desmotivo lento de las tardes,
el ventanal abierto de un deseo
que un día terminó por marchitarse.
Mañana no habrá duda en mi cuaderno,
ni miedo ni nostalgia en mi mirada;
pues tú serás ya parte del pasado
que quedará enterrado entre la nada.